A la flor del jardín se le cayó un pétalo
- Josefina Carrera Schisano
- Nov 29, 2018
- 5 min read
Updated: Dec 5, 2018
Hoy conocí a Florencio, un hombre robusto y adulto de 61. De un saludar serio y semblante confundido me recibió en su nueva cueva. Trabaja en aeronáutica y está aquí porque tuvo un incidente que a través de la Cruz Blanca y de una de sus dos hijas pudo llegar a solucionar. Su otra hija, la más chica, da la prueba de ingreso al mundo de las cuevas el día de hoy… le corresponde, por edad, se supone. Como Florencio se notaba tímido, tuve que entrar en confianza, pensé. Así lo hice y me contó que estaba soltero, pero emparejado con la mujer rubia que ahí lo acompañaba. Yo no conocía su historia así que le pedí que me lo contara todo, desde el principio… o desde donde se acuerde.
Me habló de su vida pasada en otras regiones y de cuando hace varios años unos duendes le robaron la vesícula y unos cálculos renales con una nave laparoscópica del futuro. Me contó sobre el maleficio que creía que tenían las mujeres en su familia, fundado en el hecho de que su madre partió de Parkinson a una edad temprano y en que su hermana le hizo compañía a los 65 con un melanoma. Pa’ callao me comentó que no usaba remedios, no tenía alergias ni vacunas puestas. Le dije que estaba bien y eso le pareció muy extraño… Todos en la cueva lo miraban como bicho racho por esas cosas, según él porque todos ellos si usaban y muchos. Le dio lo mismo decirme que fumaba con un IPA de 22 (imprudencia pulmonar alocada), lo que yo encontré más arriesgado que no vacunarse, pero al decírselo no le hizo mucha gracia. Me alegró el hecho de que me contara que se alimentaba sobre una balanza y que no usaba otras drogas, aunque no tenemos la certeza de que esto haya sido así toda la vida porque todos fuimos jóvenes y alocados alguna vez.
Cuando ya éramos amigos logré que me contara sobre el incidente en la parcela que aquí lo trajo y confieso que me costó no reír un poquito, pero tranquilos, me mordí la lengua. Don Florencio estaba tranquilo y despreocupado cortando palos de madera a las 11 de la mañana del sábado 24 de noviembre, a todo sol en el jardín, cuando se le pasó la mano, literal. Le salieron 3 pulpejos volando gracias a una sierra eléctrica, aunque sin dolor. No sintió ni una gota de dolor cuando se cortó el anular, el medio y el índice de la mano izquierda, pero a distintas alturas, obvio. Agarró su cinturón e hizo un torniquete casero, igualito a como había visto en las series y películas de Netflix que descargaba su hija en la tele de la pieza.
Su vecino se lo llevó a la cueva púbica de Litueche y ahí lo sedaron, le limpiaron y contuvieron las heridas y lo vacunaron contra el tétano. Luego, lo mandaron cascando a la cueva de Santa Cruz, donde lo suturaron, todo el rato con los dedos en una bolsa con agua helada. Se comunicaron con la cueva católica y desde ahí le dijeron que para entrar y ayudarlo mejor debía llegar antes de las 6 horas, y así lo hizo… A toda marcha en una carreta ambulante de color blanco. ¿Saben lo que me parece más curioso? Es la primera vez que le pasa esto y en ningún momento perdió la consciencia, no vomitó, no sangró, no tuvo fiebre y mucho menos le dolió… Lo único que sintió fue un hormigueo en los dedos. Fíjense que cuando más más más más le dolió, llegó a 4/10 EVA. No sé ustedes, pero yo diría que esta historia es digna de Hulk o Superman, con derechos reservados.
La reinserción duró como 13 horas y dejó a todos exhaustos, pero conformes. Dos pequeñas cositas nublaban la buena onda a la salida de pabellón. La primera de ellas era que un pulpejo no logró reperfundir, pese a larga espera. De todas formas, Don Florencio entendió que el anular no era tan importante, y menos en la mano izquierda, siendo diestro. Más encima no estaba ni casado y no usaba anillo, así que en realidad no le importó mucho. Lo segundo le pareció aún más insignificante, según yo, y fue que desarrolló una UPP cervical izquierda que lo hace dormir de lado, pese a que lo giraron en cirugía. No sé si sabían, pero hasta a Superman le salen escaras en todos lados si pasa 13h amarrado en la misma posición. Después de esa tremenda batalla, Don Florencio o, mejor dicho, Súper Florencio, quedó comiendo cosas blandas lo que hizo que no fuera al baño hasta hoy… ¡Imagínense! Otro dato es que en este minuto está haciendo pipí por sí solo en su cueva, aunque una sonda Foley lo ayudó cuan espada el sábado, pero le quedó doliendo un poco porque, con las palabras de Florencio: “ustedes saben, va puesta en un sitio incómodo”.
En este minuto y en retrospectiva panorámica, veo a Florencio sentado, sin algo específico en su facie y bastante consciente de todo a su alrededor. Más que consciente, está orientado y atento y se acuerda de todo, de cada preciso detalle. Otra buena noticia es que el gobierno de la cueva le dijo que tenía 29,5 hectáreas de IMC (índice de masa cueva) acumuladas que podía ocupar para vivir un rato en la cueva católica. Le recomendé, entonces, aprovechar de mover un rato las caderas mientras estuviera encerrado, porque antes de llegar no hacia nada de ejercicio y bailar un poco no le hace mal a nadie. Me fijé también en que los capilares de su nueva cueva estaban bien llenitos, aunque en las esquinas había un poco de palidez dérmica y conjuntiva. A las paredes de su piel les faltaba un poco de elasticidad e hidratación, pero nada que no se haya visto antes por estos lados. Encontré que estaba usando muy bien la cueva que le pasaron, sin problemas linfáticos, cardiacos, pulmonares ni gastrointestinales.
Al momento de mi visita no presentaba fiebre, pero su brazo derecho tenía un pulso de 62 y el izquierdo de 90 lpm (luz por montones). Me imagino que es porque tiene un tremendo vendaje comprimiendo el extremo de su extremidad izquierda, aunque esto suene redundante. El resto de la visión panorámica que tuve de él me pareció bastante regular y aunque me hubiese gustado agarrar y mover su brazo blanco, me abstuve de torturarlo y de resultar exiliada del complejo. Don Florencio me asegura que el dueño de la cueva, que parece que es de origen alemán y pariente de una celebridad, le prometió que pronto le sacarán el vendaje para limpiarlo y descubrirle los dedos al aire. Cuando lo conocí me pareció un hombre confiable así que me quedé tranquila, sentí que Don Florencio y sus pétalos se encontraban en buenas manos.
Antes de irme le pregunté a mi amigo si tenía algún dato freak y me dijo que era el único de su cueva al que le costaba leer los mapas y que andaría todavía perdido por Litueche si no hubiese traído a su mejor aliado consigo, sus anteojos.
Para terminar, no presentaba signos de que tuviera TVP (telepatía visual postoperatoria), así que podemos quedarnos tranquilos porque no tiene como saber que les conté a ustedes, específicamente, su historia de vida. De todas formas, obviamente le pregunté si podía informar y distender el ambiente de quienes llegaran a conocer este cuento y me respondió que “sí, no hay drama, pa’ mi la vida es comedia”.
28/11/2018 - Reporte de un caso clínico para la rotación práctica de Traumatología, el que el Dr. Adwandter me dejó entregar en versión cuento. Publicación autorizada por el entrevistado.

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