Caprichos
- Josefina Carrera Schisano
- Sep 20, 2018
- 2 min read
Updated: Oct 18, 2018
Siento que todos los pasajeros en el bus me miran. ¿Que tiene de interesante, acaso, una cabra chica que llora? Lamento arruinarles el cuento de hadas, pero esta mujer no llora por penas de amor. La única pasajera que se acerca un poco al diagnóstico es una joven de mi edad, cuya mirada de desconfianza demuestra que piensa que estoy drogada, loca o ebria. Eso no es lo importante en esta historia, en todo caso, y es obvio que una lo debe negar hasta la muerte así que síganme la corriente.
Las lágrimas caen y caen, me empapan el alma y luego la estrujan para seguir cabiendo. Déjenme, que son lagrimas de alegría. Y bueno, una no encuentra a una amiga verdadera todos los días, de esas que con una noche de aventuras basta para estar seguras que el cariño será eterno. Y bueno, no todos los días te acuestas a dormir cuando ya salió el sol porque perdiste el tiempo haciendo ángeles en el patio y mirando cómo cae la nieve, junto a un par de desconocidos que parecen compañeros de toda la vida. No todos los días una cúpula de trasfondo pasa a parecerte el volcán más bonito del mundo, y menos cuando está todo vestido de blanco en invierno, triunfante. No todos los días unas simples calles, con nombres tanto autóctonos como foráneos, se convierten en tu souvenir más cotidiano, mirando el lago más bello a la hora del atardecer. Y bueno, no siempre tienes la oportunidad de volver, aunque sea por cinco minutos, y repetirlo todo, como retrocediendo el tiempo sintiéndote parte de una fotografía panorámica.
Créanme, pasajeros de los que me gusta pensar es mi boleto dorado, tan solo cinco minutos más valen toda la pena. Una caprichosa travesía puede trasformarse en un momento, simple y perfecto, temporada de risas y llantos.
22/07/2018
Crónica de vuelta a Pucón.

Comentarios