Ninfa del (a)mar

Había vivido toda su infancia en aquellos recónditos rincones del Océano Pacífico, por lo que conocía sus torrentosas aguas a la perfección... Apenas sintió esa gélida brisa, tan característica, supo que de pacíficas seguían sin tener ni una oleada.

Supo, también, que su visita no le agradaría a todos los habitantes del reino, pero como ella nunca estuvo acostumbrada a darle en el gusto a nadie, no pensaba devolverse a ningún sitio.

Durante su primera noche, intentó pasar desapercibida entre la multitud para evitar embrollos, pero como eso jamás le había resultado del todo, aquella velada no fue la excepción...

Agobiada de las miradas envidiosas e ignorantes que se posaban sobre sus hombros, se decidió a nadar contra la corriente, una vez más. Recordó las miles de traiciones por las que había abandonado tales parajes, hace varios años ya, y se vistió para deslumbrar.

Así, con la intensidad que tanto la caracterizaba, se propuso alimentar el fuego de aquellas olas, a su propio ritmo, sin parpadear. Con aires de forastera, irrumpió en el baile sin necesidad de un hada madrina que la encubriera, porque solo así comprendería cómo cambiar las reglas del juego.

Libre y bella, se dejó llevar hasta que a todos les pareció como si la música fuese quien la siguiese a ella, y no al revés. Seducidos, tal y como lo describe la mitología, se robó tantas miradas que dejó ciego a la mitad del reino, incluyendo a su servidor que les relata esta leyenda.

Es por esto, y por tantos otros hechizos de los que fui testigo, que créanme cuando les digo... Nunca intenten lastimar a una Sirena.

17/08/2019