Noche de Brujas

Hoy me desperté con el pie izquierdo y, desde entonces, todo parece salirme de mal en peor… Nunca me he considerado una mujer supersticiosa, de hecho, no le temo a caminar frente a un gato negro, pasar debajo de una escalera o verter la sal del salero a lo largo de toda la mesa del comedor, pero hoy, hoy siento que la mala suerte me acecha, sí, me acecha, como que me ha estado buscando y como que me va a encontrar.

Hay una voz dentro de mi abombada, latente y caliente cabeza que me dice que no me preocupe, que todo saldrá bien, que todos nuestros problemas tienen solución y que mañana será otro día. Le intento hacer caso y alejar de mí a esos pensamientos oscuros que no me dejan concentrar en tomar agua ni respirar, acciones de importancia vital, pero me cuesta lograrlo… Hay cosas en esta vida que simplemente no tienen arreglo y que nos enfrentan a sólo 2 posibilidades; una: aceptarlas y aprender a convivir con ellas (y todo lo que aquello implica) o, dos: pasar la página, cambiar de libro, desecharlo y buscarse uno nuevo y partir leyendo desde el comienzo. O, simplemente, abandonar la lectura y dedicar el tiempo a cualquier otro pasatiempos… No todo en la vida es leer.

Me siento cansada, desganada, sin ánimos de pararme de mi asiento ni de abrir la boca para no seguir arruinando este día del terror. Me tiemblan las piernas de solo pensar en tener que apoyar todo el peso de mi flacuchento cuerpo encima de ellas… Ellas también están cansadas y no se la pueden, lo sé, lo siento. Me arden los ojos y me quema abrirlos y mirar al sol, ese que se asoma a través de unos tenues rayitos a través de mi ventana, con las cortinas entreabiertas. No sabría explicar de qué manera, pero también me incomoda el pecho, y como que me lo quiero arrancar… Qué estúpida, como si al hacerlo fuera a disminuir en algo mi desconsuelo. Lamentable, pues si así fuera, estoy segura de que todos caminaríamos por la calle como en Noche de Brujas con el corazón en la mano y el tórax con las costillas al descubierto…

Es tanto el creciente suplicio que me pongo a rezar, y le pido a Dios que se compadezca de mí y acabe con este suplicio y así, poder gozar de este día tranquila, sin tanto pesar. Sé que, si el hueón existiera y me estuviera escuchando, se reiría de mí en mi cara, indignado, y me diría que tiene otros tormentos más importantes que solucionar. Así es como vuelvo a sentirme ridícula, patética, penosa, y encuentro insólito que todo este horror se deba a ese maldito pie izquierdo que tocó el suelo antes de que el resto de mí fuera capaz de reaccionar. Maldito pie izquierdo…

31/10/2021 - Josefina Carrera Schisano