El mañana, Ella y Él

          Él se encontraba sofocado por el anticipado arribo del Mañana. Desde un tiempo, hasta aquel día, le iba siguiendo los pasos al futuro; pero sin llegar a ningún lado. Éste lo esperaba, triunfante y déspota, con el fin de dejar que se ahogara en su propio sinsentido. Cuando por fin el Mañana llegó al presente, no era necesario recalcarlo… Algo o, quizás, alguien le hacía falta.

          Todo el barrio calumniaba acerca de lo que le ocurría a Él, y es que debajo de las gruesas mascarillas de empatía y los delantales de cocina maternales, se escuchaban densos murmullos que sostenían que se había descabellado.

Nadie lograba ver a través de los ojos de este hombre que buscaba desesperadamente en los libros aquello que lo haría sentir perdido otra vez. Sólo había existido una persona en la vida de Él, un ser indescriptible y maravilloso, sacado de un cuento, el que había dado vuelta su mundo para deleitarlo en el otro lado.

          “Psiquiátricamente perturbada” era la etiqueta que portaba Ella al vestir y volar, dejando hasta a los ángeles boquiabiertos. Pese a que el trabajo de Él no era otro más que sanarla de su locura, Ella terminó salvándolo de su cordura.

Y es que su breve historia de amor llegó cuando la aburrida existencia de Él se encontraba atiborrada y sofocada por la nulidad, la impericia, la inexperiencia. Ella le hizo ver su falta de carácter a través de su insania y, transformándolo en un ente enajenado, buscaron encontrar sus respuestas de la mano del disparate.

          Este episodio que ambos añoraban durara, al menos, para toda la vida, terminó abruptamente antes de lo esperado, cuando el Mañana tocó a la puerta de Ella.

Pese a lo que todo el mundo esperaría, Él no hizo otra cosa que deleitarse con el zigzagueo de sus travesías a partir de entonces. Toda su vida lidió con gente tildada de enferma y sólo una persona hizo revolotear su cabeza, importándole poco y nada lo que dijeran a su alrededor.

          Cuando su amada partió de su lado, Él se dio cuenta de algo. Fue una cosa, y tan sólo una, la que le permitió responder al sinfín de preguntas que lo acosaban desde que tenía memoria.

Y es que por fin vislumbró lo que hasta entonces sólo había leído en libros, y ni siquiera en los buenos, como los manuales de Psiquiatría, sino en las novelas (Sí, leyeron bien. ¡NOVELAS!).

            Él entendió que estar loco significa haberlo perdido todo, menos la razón; y con esta consigna tatuada sobre la cicatriz que cruzaba su pecho y con una deslumbrante sonrisa en el rostro, finalmente, pudo deleitarse con el camino hacia el Mañana.

16/09/2017

Medikarte (2017).