Sexo casual
- Josefina Carrera Schisano
- Nov 2, 2020
- 3 min read
Pasé varias horas marcando y borrando su número de teléfono, sin ser capaz de hacer nada al respecto. Me costaba creer que, después de tanto tiempo, aún me lo supiera de memoria.
Tomé aire y decidí llamarlo antes de que cayera noche, sin más rodeos. Una parte de mí estaba segura de que me arrepentiría después de hacerlo, pero la otra sentía una tremenda curiosidad por saber si contestaría al ver mi nombre en la pantalla...
Tenía la esperanza de que ya hubiese pasado el tiempo necesario para sanar y permitirnos saber del otro, con un genuino interés de cerciorarme que se encontraba de maravilla, como dejaban entrever sus redes sociales.
Rápidamente, y antes de seguir dándome vueltas, apreté el botón verde y esperé, cruzando los dedos por no ser enviada al buzón de voz esta vez... Ya no estaba acostumbrada a ese tipo de humillaciones.
“Todo bien, con mucho trabajo, pero disfrutando los aires de mi nueva ciudad… ¿Y tú?”
“Súper bien, la verdad. Acabo de comenzar un nuevo proyecto que me tiene muy entusiasmado.”
“¿De qué se trata?” Pregunté, esperando no parecer demasiado entrometida.
Lo conocía tan bien que sé que sonrío al otro lado del teléfono, emocionado de poder contarme algo que evidentemente le apasionaba, como todo a lo que le ponía empeño.
Y así sin más, nos adentramos en una conversación que pretendía parecer superficial, pero que ambos sabíamos que representaba algo inédito, considerando la gigantesca distancia que habíamos mantenido durante los últimos meses.
Sólo fue al cabo de dos horas que dimos un primer suspiro y descansamos de las carcajadas que salieron de nuestras bocas... Me era indiferente el sopor de la mañana siguiente por la falta de sueño, había esperado decirle un montón de cosas por demasiado tiempo.
“Te echo mucho de menos.” Solté, y no se imaginan la cantidad de valor del que me armé para hacerlo. Habría puesto mis manos al fuego por que él sentiría lo mismo.
“Yo un poco, a veces.” Y noté mi corazón encogerse. No era la respuesta que esperaba, para nada.
Después de un silencio incómodo que se me hizo francamente eterno, Ignacio añadió:
“Pero he estado llenando mi vacío con sexo casual, así que no he tenido mucho tiempo para pensarte, la verdad.” Declaró con un tono templado, como sutilmente burlándose de mí.
Incrédula y sintiendo un golpe de puño en la cara, no fui capaz de decir nada. Así es, me quede callada, como esperando unas disculpas que debí intuir que jamás llegarían... Podría haberme pasado la vida entera esperándolas.
Con un nudo en la garganta, no me explico cómo fui capaz de guardar la calma y decir “Buenas noches, Ignacio. Descansa.” antes de cortar la llamada, con el espíritu en la mano y la primera lágrima rodándome por la mejilla.
Instantáneamente y al encontrarme sola con mis pensamientos, me largué a llorar sintiéndome la persona más reemplazable del mundo. Creo que aquella noche lloré hasta que se secó el resplandor de mis ojos y se apagó la luz de mi sonrisa… Y aún me pregunto porqué existen las guerras si es tan fácil destruir a alguien con simples palabras.
Opaca, me acosté sin quitarme la ropa sucia o lavarme los dientes, sabiendo que nadie acariciaría mi espalda al dormir ni me despertaría con un beso en la mañana.
Nadie se iría a la cama pensando en mí, siquiera.
La verdad, solo me conformaba con que al abrir los ojos me hubiese dejado de doler un rato, un poquito, una simple pizca, lo que sea...
02/11/2020

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