Sin engancharse, ¿ok?

Ese último polvo me dejó un sabor amargo en la boca, de esos que caen como “patada en la guata”, como diría mi abuela. De todas formas y como estaba genuinamente agotada, le di la espalda y me quedé dormida entre silenciosos sollozos, casi al instante.

A la mañana siguiente, abrí los ojos más temprano que de costumbre y pretendí salir de entre esas sábanas con la determinación de irme para jamás volver, pero asumiendo lo incapaz que era de hacer algo así. Jamás había sido de las que escapan de sus problemas y dejan pasar el tiempo hasta que sane la herida. No, en cambio, elegí tener una tremenda bocota que soltaba cualquier arrebato que se le cruzara por la cabeza.

Lo vi recostado a mi lado, abrazando a una almohada que ya había adquirido el molde de su silueta, por el pasar de las horas. En otras circunstancias, quizás, habría tirado de las frazadas para taparlo mejor, pero hoy, simplemente me dio lata.

Creo que Ignacio es la persona más egoísta que he conocido en mi vida. Como si fuera mi propio hijo, era capaz de contarle cuentos infantiles con tal de que se quedara dormido, pero el jamás me leyó algo que no fuera de su autoría, para enaltecer su ego... Ya era hora de que dejara de entregarme tan plenamente y me largara de ahí.

Me puse la bata que había dejado colgada en la silla, al costado de la cama, junto a las pantuflas rosas a juego, esperando no haber ocasionado demasiado ruido como para despertarlo... Realmente valoraría un par de minutos de soledad. Mire hacia atrás y ahí seguía, dormido y apacible, con el dorso desnudo, sin haberse movido un centímetro siquiera.

Me senté en la terraza con un café en una mano y un cigarro en la otra, esperando que se asomaran los primeros rayitos de sol de la mañana. Ni siquiera me había preocupado de peinarme. “¿Qué más da a estas alturas?”, murmuré en voz alta y reí. Esta sería la última vez que vería a esos peculiares vecinos que, probablemente, ni siquiera se habían percatado de mi existencia.

“Me pone incomodo esta situación”, dijo Ignacio, entrando a la terraza. Como si mi prioridad en ese minuto fuera solucionar su incomodidad. “No te preocupes que ya me voy”, respondí mientras lo fulminaba con la mirada, esa que alguna vez soñó con desvestirlo.

24/05/2020 - Para Medicina en 100 Palabras 2020.